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Cría
El diamante mandarín es probablemente uno de los pájaros cuyo proceso de cría figura entre los más rápidos del mundo y esto es consecuencia, una vez más de su adaptación a las duras condiciones climáticas bajo las cuales vive. En las áridas regiones del interior de Australia, la lluvia no tiene en modo alguno carácter estacional como es el caso en las zonas costeras y resulta totalmente impredecible cuando aparecerá. Como resultado de esta situación, el diamante mandarín se ve condicionado por la meteorología por lo que a su ciclo de cría respecta y debido a tal circunstancia comenzará a construir su nido tan pronto como empiece a llover. Este ciclo se halla tan ligado a las precipitaciones que la especie puede llegar o tres puestas en un año o por contra no realizar ninguna si la lluvia no hace acto de presencia. El vínculo que une a la pareja es fuerte y se cree que se establece para toda la vida hasta que uno de los dos muere, en cuyo caso el que sobrevive buscará un nuevo compañero.
En las áreas de Australia en que las condiciones climatológicas son menos rigurosas, la cría adopta un carácter más regular y tiene lugar generalmente a lo largo de todo el año con la sola excepción de los meses más fríos del invierno que en este caso son junio y julio. En las zonas en que se utiliza la irrigación por aspersión, la especie cría durante todo el año salvo en el mes de julio.
El Cortejo
A diferencia de la mayoría de otros exóticos, los machos del diamante mandarín no efectúan la parada nupcial llevando una brizna de hierva en el pico. El cortejo se inicia con un restregamiento intensivo de picos seguido de una aproximación del macho a la hembra mediante pequeños saltitos, durante los cuales despliega las plumas de la cola y canta de un modo continuado. Si se muestra receptiva, la hembra mueve la cola de un modo parecido a un estremecimiento y acto seguido tiene lugar el apareamiento.
Construcción del Nido
Las lluvias darán lugar a que hagan su aparición las plantas gramíneas con las que se alimenta el diamante mandarín, y también muchos insectos, por cuyo motivo no pierde tiempo y procede a construir su nido. El macho sugiere, por regla general, algunos puntos idóneos a la hembra tal fin y ésta, tras cierta deliberación, acepta uno de ellos. Se ha podido observar que en aquellos lugares en que la disponibilidad de agua es más segura a lo largo de todo el año, es la hembra en solitario la que construye el nido mientras que el macho lleva a cabo la labor de transportar los materiales. Sin embargo, tratándose de la parte interna, ambos contribuyen a su acabado, lo cual indudablemente se debe a la necesidad de imprimir cierta celeridad al ciclo de cría. Los puntos elegidos para instalar el nido varían considerablemente y lo mismo ocurre con la calidad del mismo. Ante todo, el mayor grado de preferencia se inclina por los arbustos espesos pero conviene señalar que el diamante mandarín lo instalará en cualquier lugar que estime apropiado, incluido el suelo entre la hierba. También puede ocurrir que se decida por antiguos nidos de otros pájaros, huecos existentes en los árboles, termiteros, postes e inclusos grandes nidos constituidos por ramaje y previamente ocupados por aves de presa. ¡Evidentemente se trata de una especie muy adaptable! La parte externa del nido se halla formada por ramitas o raíces que derivan hacia otras de tipo más suave y de menor dimensión a medida que se van acercando al punto en que tendrá lugar la cría de los polluelos, el cual se halla recubierto de plumas, briznas de hierba, pelos de conejo y cualquier otro material que la pareja halla podido conseguir. El nido puede estar rematado por una cúpula pero también puede que carezca de cubierta y ciertamente podemos decir que no responde a la bella estructura que caracteriza el de las especies de auténticos tejedores.
Huevos
El número de huevos de una puesta será de cuatro a cinco por término medio, pero de hecho puede variar entre dos y ocho. Son de color blanco puro y su tamaño es asimismo variable, incluso dentro de una misma puesta, pero unos 15mm es la medida que cabe considerar como promedio.
Incubación Los huevos son incubados por ambos pájaros, que cubren de forma sucesiva y alternada turnos de aproximadamente una hora y media. Cada uno de ellos abandona el nido al oír el canto de llamada de su pareja cuando ésta se aproxima y de este modo el relevo no tiene lugar en el interior. Durante la noche, en cambio, ambos pájaros permanecen dentro. La incubación generalmente se inicia una vez que ha sido puesto el cuarto huevo (debe señalarse que la puesta se realiza a razón de un huevo cada día) y dura entre 12 y 15 días, lo cual depende de la temperatura reinante.
Emancipación
Los jóvenes polluelos crecen con mucha rapidez y, según sea el grado de atención prestado por los padres por lo que a alimentación respecta, generalmente se hallan en condiciones de abandonar el nido al alcanzar las tres semanas de edad. Regresan sin embargo de forma continuada para pasar la noche junto a sus padres los cuales siguen dándoles de comer, con carácter reducido, hasta que tienen diez días más, en cuyo momento ya son plenamente independientes. En dicho instante pueden abandonar el nido para buscar su propio lugar en el que poder pasar la noche o también cabe que utilicen el nido de sus padres si la hembra decide que querría uno nuevo para su próxima puesta.